domingo, 17 de abril de 2011

LA MORRALLA, por Sebastián Rivero

LA MORRALLA

          Quisiera pensar, en estos días de turbulencias económicas - en los que muchas familias son desahuciadas de su casa, en los que muchos jóvenes no pueden emanciparse, etc…-  que nuestra sociedad puede ser mejor cada día; que es comprensiva, que es solidaria, que es amable, que tiene empatía.       
          Quizás me equivoque; seguramente la sociedad es más difícil de entender o de comprender de lo que parece…. A veces siento un pálpito preocupante que me dice que nuestra ciudadanía se enfrenta día a día, al dilema de vivir en su propio mundo interior y en tener cubiertas sus necesidades básicas -físicas y de sociedad- o contribuir solidariamente al bien colectivo. 
          Que mejor vida que la de compartir socialmente las demandas de nuestros convecinos, que mejor convivencia que aquella que permite que los que están en la otra orilla, cerca nuestra, puedan cruzar el puente hasta nuestra acera. Tan fácil es el acercamiento, tan grande debe ser nuestro entendimiento.
          Quien no tiene donde cobijarse, donde vivir, donde tener el derecho de una vivienda, aunque sea estrecha, aunque sea corta, aunque sólo albergue a dos, espera una respuesta concreta del que gobierna. Y tiene el derecho de que todos y todas lo consideremos un ciudadano o ciudadana más, con las mismas aspiraciones del que tiene un techo y un trabajo seguro.
          Frente a los y las que consideran la vivienda un bien especulativo, o un derecho para quien trabaja y puede pagar la hipoteca, desde nuestra formación política defendemos que la vivienda sea un derecho constitucional tangible y universal.
           Frente a quien considera que los y las que  no pueden pagar una hipoteca, por diferentes motivos, pueden ser fuente de conflicto ciudadano, desde IU defendemos el derecho de todos y todas a tener la posibilidad de disfrutar de un techo donde vivir, hasta que su coyuntural situación pase y pueda acceder a otra mejor estancia.  
          Creo que este debate casposo, viejo, desinformado y manipulado se enfrenta con una realidad pasmosa. Nuestros hijos e hijas, nuestros vecinos y vecinas, nuestros amigos y amigas, nosotros mismos somos vulnerables a una difícil situación, que nos puede desalojar de nuestro privilegiado entorno.
          Desde mi humilde opinión, las personas con conciencia no debemos dejarnos llevar por las viejas y tristes proclamas de que quien lo pasa mal puede ser un peligro potencial para nuestra seguridad y nuestro bienestar. No debemos caer en la fácil corruptela moral del que se avergüence de tener cerca a un ciudadano en riesgo de exclusión social, sentimiento que se impulsa desde los voceros de unos intereses electoralistas.
Afortunadamente este municipio es rico en diversidad, en convivencias y por ende sabrá distinguir quien actúa por principios de quien platica únicamente motivado por el cobarde cortoplacismo y por el rédito electoral.
                                                                                             A mi amigo Rafael, por su compromiso.

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