LA MORRALLA
            Quisiera pensar, en estos días de turbulencias económicas - en los que  muchas familias son desahuciadas de su casa, en los que muchos jóvenes  no pueden emanciparse, etc…-  que nuestra sociedad puede ser mejor cada día; que es comprensiva, que es solidaria, que es amable, que tiene empatía.         
           Quizás  me equivoque; seguramente la sociedad es más difícil de entender o de  comprender de lo que parece…. A veces siento un pálpito preocupante que  me dice que nuestra ciudadanía se enfrenta día a día, al dilema de vivir  en su propio mundo interior y en tener cubiertas sus necesidades  básicas -físicas y de sociedad- o contribuir solidariamente al bien  colectivo.   
           Que  mejor vida que la de compartir socialmente las demandas de nuestros  convecinos, que mejor convivencia que aquella que permite que los que  están en la otra orilla, cerca nuestra, puedan cruzar el puente hasta  nuestra acera. Tan fácil es el acercamiento, tan grande debe ser nuestro  entendimiento.  
           Quien  no tiene donde cobijarse, donde vivir, donde tener el derecho de una  vivienda, aunque sea estrecha, aunque sea corta, aunque sólo albergue a  dos, espera una respuesta concreta del que gobierna. Y tiene el derecho  de que todos y todas lo consideremos un ciudadano o ciudadana más, con  las mismas aspiraciones del que tiene un techo y un trabajo seguro. 
           Frente  a los y las que consideran la vivienda un bien especulativo, o un  derecho para quien trabaja y puede pagar la hipoteca, desde nuestra  formación política defendemos que la vivienda sea un derecho  constitucional tangible y universal. 
            Frente a quien considera que los y las que  no  pueden pagar una hipoteca, por diferentes motivos, pueden ser fuente de  conflicto ciudadano, desde IU defendemos el derecho de todos y todas a  tener la posibilidad de disfrutar de un techo donde vivir, hasta que su  coyuntural situación pase y pueda acceder a otra mejor estancia.    
           Creo  que este debate casposo, viejo, desinformado y manipulado se enfrenta  con una realidad pasmosa. Nuestros hijos e hijas, nuestros vecinos y  vecinas, nuestros amigos y amigas, nosotros mismos somos vulnerables a  una difícil situación, que nos puede desalojar de nuestro privilegiado  entorno.  
           Desde  mi humilde opinión, las personas con conciencia no debemos dejarnos  llevar por las viejas y tristes proclamas de que quien lo pasa mal puede  ser un peligro potencial para nuestra seguridad y nuestro bienestar. No  debemos caer en la fácil corruptela moral del que se avergüence de  tener cerca a un ciudadano en riesgo de exclusión social, sentimiento  que se impulsa desde los voceros de unos intereses electoralistas.  
 Afortunadamente  este municipio es rico en diversidad, en convivencias y por ende sabrá  distinguir quien actúa por principios de quien platica únicamente  motivado por el cobarde cortoplacismo y por el rédito electoral.  
                                                                                               A mi amigo Rafael, por su compromiso. 
 
 
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